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Inmaterial 09 
Jaron Rowan
y cuáles no, qué cuerpos u objetos se pueden amar y 
cuáles no, qué eróticas es admisible sostener y cuáles 
te pueden condenar (Foucault, 1986). Es doloroso, 
puesto que el amor te habla de incompletitud (Illouz, 
2012). Y, si bien es verdad que ciertas genealogías 
vincularían el amor con la comunidad
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, en la actua-
lidad el amor se ha normalizado como un vínculo 
privado. Así, el amor normaliza y canaliza la tenden-
cia erótica y la dispone en un formato reconocible, 
aceptable, moralmente caudal.
De esta forma, el amor romántico se convierte en 
un aliado del individualismo, de la elección perso-
nal. Denirse a uno mismo a través de las elecciones 
personales, la hiperproducción de objetos amoro-
sos, la intimidad como productora de espacios se 
parece más al “inmunitas” del que nos habla Espó-
sito (2011) que a la necesidad de hacernos red que 
veníamos subrayando. No sorprende que el movi-
miento de emancipación que fue el amor romántico 
encajara tan bien en un sistema de consumo de 
corte capitalista (Illouz, 1997); un mercado abierto 
al consumo de objetos, al consumo de cuerpos. De 
la elección de personas a la elección de mercancías. 
Hacerse a uno mismo a través de lo que cada cual 
elige, consume. Hacerse feliz eligiendo a la persona 
adecuada; ser felices consumiendo las mercancías 
adecuadas. El mundo se llena de mercancías amoro-
sas: fustas, dedos impregnados de MDMA, vacacio-
nes románticas, alianzas, osos de peluche, gin-tonics, 
nomeolvides, etc. Desde aquí nos arriesgamos a 
armar que el amor, esa salida moralizante, no logra 
saciar toda la necesidad de conexión que sí expresa 
la erótica, y que el sujeto humano precisa de algo 
más. Otros vínculos, otras conexiones, otros objetos 
que desear. Formas de engarzarse en el mundo más 
complejas y reparadoras.
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 La relación entre amor (caritas) y comunidad (communitas) la dejó clara Pablo de Tarso: 
“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy 
como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía 
y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de 
trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para 
alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para 
nada” (Corintios 1, 13).
3. Mercantilización del vínculo
Bajo el capitalismo, la tensión erótica se convierte 
en mercancía. Cuando el amor subsume la erótica, 
el mercado puede intervenir con facilidad y acabar 
reduciéndola a likes, a un cambio público de estado 
en Facebook o a innidad de fotos en Instagram. 
Fotos de amor, fotos de parejas amorosas, datos, nú-
meros: todo ha de ser medible y cuanticable. Obje-
tos que determinan los siguientes objetos. Imágenes 
que denirán las siguientes imágenes. Intercambios 
de canciones por WhatsApp. Cadenas de intercam-
bios de besos, herpes y ETS. De repente, la cuestión 
de cuánto es objeto y cuánto sujeto se torna difícil 
de esclarecer. La normalización del amor romántico 
como vínculo hegemónico ha contribuido a ocultar, 
a oscurecer, otro tipo de vínculos (Esteban, 2011), 
de formas de dependencia y, en denitiva, de 
constituirnos como comunidad. Nos olvidamos de 
cuidar a nuestros amigos y amigas (Alderton, 2018) 
y, con ello, pasamos de la interdependencia a una 
dependencia dramática. Cuando el amor se vuelve 
posesión, cuidar queda en el olvido. 
No obstante, la fuerza de la erótica, la producción 
de vínculos no amorosos, ha puesto en jaque 
muchas de las convenciones del amor romántico. 
Friedrich Nietzsche, que mantuvo una relación 
complicada con el amor, pasó una larga época 
fascinado con su máquina de escribir. Mientras iba 
perdiendo la visión, la máquina le garantizaba que 
sus pensamientos, la vorágine de ideas que poblaba 
su cabeza, fueran expresados y quedaran plasma-
dos para la posteridad. Este lósofo fue uno de los 
primeros en notar que cuerpo e instrumento se co-
constituyen, es decir, que objeto y sujeto son fruto 
de una coproducción. Se establecen eróticas fuertes. 
Rápidamente se dio cuenta de cómo las tecnologías 
que usamos los humanos para escribir se enredan 
con nosotros para materializar textos. Nietzsche no 
creía que exista un sujeto trascendente que se expre-
se o actúe, sino que son las palabras, los actos, los