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Inmaterial 09
Pablo Sánchez
En su libro The Age of Surveillance Capitalism,
Shoshana Zubo nos habla de lo que ella denomina
“capitalismo de vigilancia”, un término en reso-
nancia con las sociedades de control de Foucault y
Deleuze. La autora nos explica que empresas como
Google decidieron unilateralmente imponer un
tablero donde nuevas y radicales formas sociales
fueron preestablecidas como hechos. En esta nueva
forma de capitalismo, registrar el comportamiento
humano es un imperativo. Se extrae el compor-
tamiento de los ciudadanos analizando los datos;
lo “indecible”, representado por la experiencia
humana, se vuelve cuanticable y, por lo tanto, pasa
a formar parte de la axiomática capitalista. Más tar-
de, se diseñan patrones de comportamiento con el
objetivo de venderlos en el mercado con el máximo
grado de abilidad o garantía.
Pensemos un instante en las áreas de producto de
Google. Google dispone de un servicio web inde-
pendiente para los productos basados en búsquedas
que cuenta con las siguientes utilidades: buscador,
imágenes, vídeos, noticias, nanzas, compras, libros,
patentes, escuelas, inteligencia articial (IA), ho-
teles, vuelos, grupos e historia. Solo el buscador de
Google canaliza 3.5 billones de búsquedas diarias,
todas ellas realizadas bajo una función de autocom-
pletado de sugerencias que el usuario no puede des-
activar. Además, tiene más de veinte herramientas
de comunicación, entre las que destacan gigantes de
la talla de Gmail o YouTube. Gmail es un servicio de
mensajería instantánea con 1.4 billones de usuarios,
mientras que YouTube registra más de dos billo-
nes de usuarios, que suben cuatrocientas horas de
vídeo cada minuto. Para productos relacionados
con mapas, Google Maps y Google Street View se
encuentran entre sus aplicaciones más conocidas.
Google Maps es un mapa interactivo del mundo,
con un billón de usuarios y que cubre virtualmente
el 75 % de la extensión global. Y a esta lista hay que
sumar un largo sinfín de productos. Solo en siste-
mas operativos, por ejemplo, existen productos para
móviles, ordenadores, wearables, casas inteligentes
y automóviles. Bajo el paraguas de Google, siempre
hay una empresa para cada campo de la experiencia
humana que codica, monitoriza, personaliza y cus-
tomiza cada una de ellas para su posterior venta. La
ilusión de una tecnología neutral es eso, una ilusión,
del mismo modo que lo es también la nube.
Vivimos en un momento en el que la extracción
y el análisis de datos para la creación de patrones
de comportamiento son el producto. La venta de
este producto en forma de libre asociación entre
empresas constituye el libre mercado; un mercado
regido por una instrumentalización de la razón que
cuantica la experiencia humana para poder aplicar
unas lógicas delirantes en favor del capital. Mientras
que las sociedades disciplinarias de Foucault eran
regímenes totalitarios que buscaban reeducar me-
diante el aislamiento, el capitalismo de vigilancia es
un régimen instrumentalista que persigue modicar
conductas a través de la conexión (Zubo, 2019, p.
396). Según Zubo, el objetivo de este último sería
la automatización del binomio mercado-sociedad
para resultados garantizados frente a la perfección de
la sociedad. Y, como advertía Deleuze (1990, p. 274),
“en un régimen de control nada se termina nunca”.
No hay empresa tecnológica que se preste que no
esté haciendo grandes apuestas e inversiones en el
campo de la inteligencia articial. Todo parece in-
dicar que el futuro se dirige hacia la automatización
de los procesos. Es común visualizar un escenario
donde las inteligencias articiales actúan como
entes con autonomía propia, dueños de su destino.
Obviamente, todavía queda mucho para alcanzar la
“singularidad” que vaticinó Ray Kurzweil (2005),
es decir, ese momento en que las máquinas serán
capaces de generar versiones perfeccionadas de ellas
mismas; sin embargo, el cine y la literatura se han
encargado de situar en el imaginario colectivo a las
inteligencias articiales como máquinas autónomas.