Editorial
Los poliédricos cuerpos
Mara Martínez Morant
Ernesto Ramon Rispoli
Cuerpos poliédricos y diseño: miradas sin límites planteaba,
en su call for papers, una recreación en las formas de en-
tender el cuerpo desde siglos pasados (Humanismo) a la
actualidad (Transhumanismo, Posthumanismo), desple-
gando un itinerario repleto de usos, mutaciones, interro-
gantes, sensibilidades, interseccionalidades y ensamblajes
de entre algunas de las muchas posibilidades que apa-
recen en el escenario de la naturalezacultura (Haraway,
2003) humana y no humana que habita el mundo.
La respuesta a la llamada que buscaba miradas sin lími-
tes para esos cuerpos nuevos o el redescubrimiento de sus
posibilidades desde diferentes posicionamientos teóri-
co-prácticos ha sido excelente, con una serie de artículos
y propuestas que presentamos en este número. Textos
que ilustran el pensamiento acerca de las transformacio-
nes que se siguen en el cuerpo, conscientes e inconscien-
tes, que acaban por presentar una ficción entre lo carnal
y lo virtual ciertamente sugestiva por lo inaprehensible
de esa entidad simbólica que, hasta hace unos años, apa-
recía o creíamos tan propia.
La presentación de las aportaciones de nuestras autoras la realizamos
desplegando un trenzado entre los artículos y las investigaciones expe-
rimentales, intercalando unos con otras, en un hilado sin fronteras que
imbrica los discursos. Empezamos diseñando un trayecto que muestra
el cuerpo desde la perspectiva posthumana (cuerpo ensamblado, entrela-
zado) con Esfilagarsats i entortolligats: Una ullada als cossos des del pos-
thumanisme de Josep Martí y la investigación experimental Te Possible
Bodies Inventory: dis-orientation and its aftermath de Jara Rocha y Femke
Snelting. Desde los conceptos posthumanistas nos trasladamos a las
ideas del transhumanismo (cuerpo mediado y controlado) con Prácticas
digitales críticas sobre las tecnologías del control de los sujetos en la primera
década del s. XXI de Paloma González Díaz y la investigación de caso en
Of Vessels, Conduits, and Instruments: Reflections from the Bodies as Media
Working Group de Eugenia Manwelyan y Nelesi Rodríguez. Conclui-
mos con la presentación del cuerpo en el ámbito de la muerte (cuerpo
del humanismo y su última representación), con La disposición del cuerpo
sin vida en la instancia ritual del velatorio de Dolors García Torra.
Para esta tercera edición de Inmaterial buscábamos nuevas formas de
biografiar, cartografiar, holografiar, proyectar, crear interfaces o rediseñar
el cuerpo que sin lugar a duda impactan en el modo de pensar y diseñar,
a partir de modalidades que emergen de un pensamiento que especula y
teoriza, desplegando una huella que transforma y desplaza el humanis-
mo racional y el transhumanismo para dar paso al posthumanismo, que
es un marco teórico y empírico que puede aplicarse a cualquier campo
de la investigación, comenzando por nuestra ubicación como especie
hasta llegar a la mirada individual. El posthumanismo plantea pregun-
tas: ¿Qué somos? ¿Dónde estamos? ¿Cuándo somos o estamos?, aspec-
tos existenciales inseparables de elementos políticos y espaciotempora-
les. Lo que señala el posthumanismo es que no hay alteridad absoluta:
existimos en una red material en la que todo está realmente conectado
y es potencialmente intra-actuante. Este tipo de conciencia genera
consideraciones tanto teóricas como prácticas que conducen a aseverar
que, en el siglo XXI, el impacto de los hábitos antropocéntricos en la
Tierra se ha vuelto tan masivo que desde la mirada científica se aborda
la era actual como el Antropoceno, en el que las acciones humanas están
afectando seriamente al ecosistema, conduciéndolo a un punto de no
retorno en términos ecológicos y de sostenibilidad (Bostrom, 2005). El
humanismo puede no ser de ayuda en el cambio de tal dirección, pero
el posthumanismo puede ser el punto de inflexión, al traer al debate
nociones cruciales como el especismo, el entrelazamiento de temas y la
agencia no-humana, entre otras cuestiones.
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Inmaterial 03. Mara Martínez Morant, Ernesto Ramon Rispoli
El posthumanismo nace de la reflexión feminista y se nutre de los estu-
dios de la diferencia. Los años setenta demandaron una revisión del con-
cepto de humano, reconociendo que en la tradición occidental solo un tipo
específico de ser humano había sido reconocido como tal: hombre, blanco,
occidental, heterosexual, físicamente capaz, rico. Esa revisión exigía un
reconocimiento de todos los demás seres que habían sido dejados de lado.
Los relatos hegemónicos occidentales han sido sobre todo dualistas, basa-
dos en opuestos que pueden ejemplificarse en los pares clásicos: naturale-
za/cultura, mujer/hombre, gay/hetero, etc. Ese enfoque dualista refleja la
praxis histórica de la guerra (nosotros contra el enemigo), el hábito político
del contraste/enfrentamiento, en lugar de enfatizar en el desarrollo de la
supervivencia como la coexistencia y la simbiosis. En los años noventa, el
discurso feminista se centra en la noción de fronteras, que es esencial en
la determinación de tales contrarios. ¿Cómo definir qué es la naturaleza y
qué es la cultura? O ¿cómo definir lo que es la mujer, lo que es el hombre,
lo que es negro, lo que es blanco? Evidentemente, la respuesta es que estos
reinos no pueden ser claramente separados.
El discurso feminista (incrustado en la genealogía de lo posthumano) se
desarrolla alrededor de nociones como el sujeto nómada (Braidotti, 2011);
el cíborg, como híbrido que no tiene origen (Haraway, 1985); centrada
en el papel de la cultura en la reiteración de las nociones construidas de la
naturaleza (Butler, 1990). A finales de los años noventa, se da el siguiente
paso desarrollando los Nuevos Materialismos, una rama específica del
posthumanismo: la naturaleza y la cultura son reconocidas como intrínse-
camente enredadas (Barad, 2007). Haraway (2003) se refirió a la naturecul-
ture, afirmando que los dos términos son indiscernibles. Lo posthumano
comienza su reflexión a partir de este reconocimiento ontológico híbrido,
empezando por revisitar el reino humano: una vez que hemos reconoci-
do que lo humano no es uno sino muchos, ¿qué es lo humano de todos
modos? ¿Y qué es lo no humano? Una de las obras que lanzó el posthu-
manismo al escenario público fue How we became posthuman, de Katherine
K. Hayles, en 1999; sin embargo, como argumenta Ferrando, el posthu-
manismo es asimilado, con frecuencia y simplísticamente, a un abordaje
filosófico centrado en los últimos avances de la ciencia y la tecnología. Esto
se debe a que el término posthumano se emplea como término paraguas
para incluir diferentes movimientos y perspectivas (Ferrando, 2013).
Concretamente son dos los movimientos que, comúnmente, se confun-
den: transhumanismo y posthumanismo (crítico, filosófico y cultural).
El primero, considera a la ciencia y a la tecnología como los principales
actores de la reformulación de la noción de humano y emplea la noción
Inmaterial 03. Los poliédricos cuerpos
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de posthumano para denominar una época en la cual esa reformulación
ha impactado irremediablemente en la evolución del humano provo-
cando la aparición de lo posthumano. En cuanto al posthumanismo, en-
tiende lo posthumano como una condición que ya es accesible, dado que
nunca hemos sido humanos porque humano es un concepto humano,
basado en premisas humanistas y antropocéntricas. El posthumanismo,
vinculado con el feminismo que solo puede ser interseccional (Crens-
haw, 1989), amplia su perspectiva para detectar formas de discrimina-
ción que se convierten en potenciales portadoras de cualquier forma
de discriminación, por ejemplo, el sexismo forma parte del especismo,
biocentrismo, etc. El posthumanismo pone de manifiesto que la existen-
cia está entrelazada, es híbrida, simbiótica. No hay fronteras claramente
definidas que permitan nociones fijas del ser (Ferrando, 2013). Los seres
humanos y no humanos son redes materiales de relaciones, fluctuantes,
en interacción simbiótica con los demás, con el entorno, con su propio
entorno, son un potencial constante. La existencia humana está por tan-
to vinculada a cualquier otra forma de existencia, nada, en esta dimen-
sión, es completamente autónomo o totalmente independiente.
Vinculado con todo lo anterior, se encuentra el artículo, especialmente
bien planteado y didáctico, rubricado por Josep Martí, Esfilagarsats i
entortolligats: Una ullada als cossos des del posthumanisme, donde el autor
revisa y a la vez muestra claramente las potencialidades teóricas de algu-
nas ideas que corresponden al pensamiento posthumanista en relación a
los cuerpos. Martí presenta una propuesta que accede a la comprensión
de la realidad compartida a través de la superación de los esquemas
conceptuales propios del dualismo cartesiano, del biocentrismo y del an-
tropocentrismo, que se van apartando, todavía no descartando, acercán-
donos a una visión antiespecista no solo del cuerpo sino, especialmente,
de lo humano con respecto a otras agencias no humanas. Una noción
posthumanista del cuerpo que se basa en un paradigma radicalmen-
te diferente al del humanismo, como expresa Martí, al no concebir el
cuerpo como simple soporte de la mente sino partiendo de la idea de
embodiment ampliada. El cuerpo conceptualizado como un ensamblaje
de diferentes elementos que solo resulta comprensible a partir de las
intra-acciones, señala Martí citando a Karen Barad, con todo lo que le
rodea diferenciándolo así de aquellos presupuestos humanistas en los
que el cuerpo era un todo orgánico unificado y separado de su entorno.
De la descentralización del cuerpo que propone el posthumanismo,
Martí destaca que para descentrarse el ser humano ha de entender unos
supuestos básicos y, para explicarlos, nos remite a la problemática de
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Inmaterial 03. Mara Martínez Morant, Ernesto Ramon Rispoli
la agencia (de los efectos que una entidad cualquiera puede tener sobre
otra), del ensamblaje (entrelazado de entidades) y de los efectos (deriva-
dos del entrelazado). Si podemos entender esta propuesta también esta-
mos iniciando nuestro descentramiento, afirma el autor. Porque ¿cuáles
son las fronteras del cuerpo? Interpela Martí y continua preguntando:
¿hasta qué punto todo lo que nos rodea, por ejemplo los objetos, pueden
llegar a ser nosotros o nosotros ellos? Los objetos ejercen agencia, nos
dice Martí y, además, nos invitan a hacer cosas con ellos. Un aspecto
central del posthumanismo, señala el autor mencionando a Puig (2009),
es focalizar la atención en las interacciones entre agencias humanas y
no humanas, conscientes de que el mundo se hace y deshace constan-
temente a partir de encuentros que, por cierto, no han de ser forzosa-
mente los que esperamos. Argumenta Martí, siguiendo a Puig, que nos
movemos dentro del marco de las ontologías relacionales que se definen
por being is relating (Puig, 2009, p. 309).
Desde la ontología no dualista del posthumanismo, es a las relaciones
antes que a las entidades, a las que se otorga mayor importancia, afirma
Martí. Porque estas últimas se constituyen a partir de las relaciones y, de
hecho, no somos esencias sino que somos resultado de un juego infinito
de relaciones. Mientras que las entidades son momentos precisos de
un constante nacer que se construye en un complejo ámbito relacional,
de manera que los seres y las cosas son formas materializadas resultado
de una creatividad continuada. Resulta especialmente relevante, señala
Martí, que cualquier cosa de este mundo que podamos imaginar, entida-
des materiales e inmateriales, orgánicas e inorgánicas, son resultado de
efectos y, a la vez, efectos de otros resultados. Sin la idea de relacionali-
dad sería imposible entender qué son nuestros cuerpos, afirma el autor,
para concluir señalando que desde una perspectiva teórica posthumanis-
ta, nuestros cuerpos se han de concebir siempre, a la vez, como produc-
tos y efectos relacionales.
El segundo de los artículos, firmado por Jara Rocha y Femke Snelting
es una investigación experimental que, bajo el título Te Possible Bodies
Inventory: dis-orientations and its aftermath, presenta un interesante
análisis del cuerpo, en línea con los denominados estudios de software
que ponen en crisis, o al menos eso intentan, la presumida inmateriali-
dad del software, lo cual recuerda a lo que señala Fuller (2005) respecto
a que los objetos han devenido explícitamente elementos tanto físicos
como informacionales, sin dejar de lado ni perder su fundamental
materialidad. Las autoras inician su andadura a partir de la invitación
de Sara Ahmed para pensar cómo las políticas queer pueden implicar
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desorientación. Rocha y Snelting hacen inventario de tres temas: World-
setting for beginners, No Ground y Loops que vinculan con las políticas de
des-orientación. Los artefactos a los que se refieren las autoras (Blender,
motion capture file, isosurfacing) se relacionan, cada uno a su manera,
con un mundo donde aparecen nuevas perspectivas que convierten en
realidad compartida un mundo oblicuo, donde el dentro y el fuera, el
arriba y el abajo, cambian lugares. Los tres ítems permiten investigar
herramientas que representan, rastrean y modelan los cuerpos a través
de medios culturales de abstracción, así se pueden obtener resultados
que las autoras refieren como secuelas.
Especialmente significativo es el hecho que plantean Rocha y Snelting
acerca de cómo el software crea un mundo abstracto y diferente que
transforma el modo como se aprecia el mundo, aunque lo que cambia no
es este sino cómo lo interpreta quien lo observa al utilizar la tecnología.
En cuanto a la desorientación, citando a Ahmed, las autoras siguen una
idea estimulante: la desorientación implica orientaciones fallidas, ya que
los cuerpos habitan espacios que no se extienden o usan objetos que no
extienden su alcance (Ahmed, 2006). Concepto que señala la emergencia
de preguntas acerca de qué es la orientación y qué la desorientación.
La investigación experimental que llevan a cabo Rocha y Snelting re-
sulta singular y adaptada a las nuevas miradas desde el posthumanismo
porque se dedica a explorar la forma en que el sistema de coordenadas
cartesianas habita el mundo digital produciendo mundos en el contexto
del software de modelado 3D que abarca el mundo del propio cuerpo.
Igualmente, es relevante cómo se preguntan las autoras acerca de una
situación donde el cuerpo flota, donde no hay lugar en el cual apoyarse,
y qué herramientas podrían necesitar para desarrollar formas, perfiles
y, en última instancia, un modo de vida, si se flota en la desorientación
virtual. Por último, las investigadoras se interesan por la personificación
o el encarnar una práctica coreográfica, que señala un camino en bucle,
hacia arriba y hacia atrás para hacer frente a la Tierra que ha sido divi-
dida tecnológicamente.
Entrelazado con los artículos anteriores y como puente con los artícu-
los que seguirán, en una línea difusa, sin bordes, entre lo visitado y lo
que hemos de tratar, accedemos a la corriente teórica transhumanista.
El trazado inicial del transhumanismo puede situarse entre los siglos
XVIII y XIX, cuando se vislumbra la idea de que los seres humanos
pueden desarrollarse a través de la aplicación de la ciencia. Condorcet
(1979) teorizaba acerca de extender la vida humana por medio de la
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ciencia médica; Benjamin Franklin (1956) anhelaba ansiosamente la
animación suspendida, prefigurando la criogenización (Bostrom, 2011).
Tras la publicación de Charles Darwin, Te Origin of Species (2003),
se volvió plausible considerar el desarrollo de la humanidad no como
un punto final evolutivo sino como una fase temprana del mismo. El
propio Darwin concluyó que toda vida surgió de unas pocas formas de…
una (Sharon, 2014). El transhumanismo, con sus raíces en la Ilustración,
su énfasis en las libertades individuales y sus preocupaciones referidas
al bienestar de los humanos y de todos los seres sintientes, entronca con
el pensamiento utilitarista del siglo XIX para adentrarse en la especula-
ción, la ciencia ficción y el totalitarismo del siglo XX.
A principios del siglo XX, J.B.S. Haldane (1924) en Daedalus; or, Science
and the Future, predecía los beneficios derivados del control genético
que procuraría población más alta, más sana, más inteligente y donde
la ectogénesis 1 sería un hecho absolutamente normalizado. Mientras,
1 Ectogénesis: la gestación en
úteros artificiales; posterior-
J.D. Bernal (1969) en Te World, the Flesh and the Devil; an enquiry into
mente, estos artefactos son
the future of the three enemies of the rational soul especulaba acerca de la
expresamente definidos y deta-
llados por Henry Atlan (2005),
colonización del espacio y de los implantes biónicos. Posteriormen-
en L’utérus artificiel.
te, Aldous Huxley (1932) en Brave New World, describe una distopía
donde la biotecnología, la promiscuidad sexual, los condicionamientos
sicológicos y los opiáceos (soma) mantienen a la población plácidamen-
te en una sociedad de castas estática y conformista gobernada por diez
controladores mundiales. Otra distopía conocida la presenta George
Orwell (1949), en Nineteen Eighty-Four, mostrando una forma pública
de opresión que incluye la vigilancia ubicua del Gran Hermano y la bru-
tal coerción policial. Ambas distopias restringen la exploración científica
y tecnológica por miedo a alterar el equilibrio social. Sin embargo, Brave
New World se ha convertido en un emblema del potencial deshumani-
zante del uso de la tecnología para promover el conformismo social y la
satisfacción superficial.
La palabra transhumanismo fue usada por primera vez por Julian Huxley
(1927) en Religion Without Revelation (Bostrom, 2011, p. 7), signifi-
cando que quizá el término sirva para señalar que el ser humano se
mantendrá como tal pero trascendiéndose a sí mismo, desarrollando
nuevas posibilidades de y para su naturaleza humana. Esa idea continua
manteniendo su sentido en la compresión contemporánea de transhu-
manismo. Vinculado a este se encuentra la palabra robot, acuñada por
Karel Capek (2004) en R.U.R. (Bostrom, 2011, p. 8) donde aparece un
autómata que acaba con la vida de sus creadores. ¿El desarrollo de la
inteligencia artificial conducirá a la creación de máquinas que piensen
Inmaterial 03. Los poliédricos cuerpos
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como lo hacen los humanos? Diferentes científicos sociales afirman que
ello será posible antes de alcanzar la primera mitad de este siglo. La
rapidez de los cambios tecnológicos conduce a pensar que la innovación
tecnológica tendrá un profundo efecto en la humanidad en las próximas
décadas y ese crecimiento exponencial será uno de los relevantes moto-
res del cambio.
Drexler y Smalley (1993) a principios de los noventa publicaron Engines
of Creation donde hacían referencia a la fabricación molecular, pero no
solo argumentaron acerca de la viabilidad del ensamblado nanotecno-
lógico, sino que también exploraron sus consecuencias y comenzaron a
trazar los retos estratégicos planteados por su desarrollo. La nanotecno-
logía molecular permitiría la transformación de carbón en diamantes, la
arena en supercomputadoras, serviría para eliminar la polución atmos-
férica y los tumores de los tejidos sanos (Bostrom, 2011, p. 11). Con el
desarrollo científico, la nanotecnología podría ser útil para erradicar la
mayoría de las enfermedades y el envejecimiento, posibilitaría la re-
animación de los individuos criogenizados, facilitaría la colonización
espacial y, posiblemente, conduciría a la creación de un vasto arsenal
de armas letales. Otra tecnología que a día de hoy es una hipótesis y
que de convertirse en realidad tendría un impresionante impacto es el
uploading, la transferencia de la mente humana a un computador.
El transhumanismo no depende de la viabilidad de esas tecnologías
radicales, porque ya están aquí o pueden desarrollarse en las próximas
décadas y son las que modificarán profundamente la condición huma-
na. Intentando un perfil transhumanista podría decirse que, entre otros
aspectos, la citada modificación de la condición humana estaría vincula-
da a superar el envejecimiento, las deficiencias cognitivas, el sufrimiento
involuntario y el confinamiento en el Planeta, considerando que el po-
tencial humano está mínimamente desarrollado y que la humanidad se
enfrenta a riesgos importantes, especialmente al mal uso de las nuevas
tecnologías y pensando que aunque todo progreso es cambio, no todo el
cambio es progreso. Igualmente, el transhumanismo defiende el bienes-
tar de todos los seres sintientes, humanos y no humanos, y de cualquier
futuro intelecto artificial, formas de vida modificadas u otras inteligen-
cias a las que pueda dar lugar el avance tecnológico y científico.
Encajando directamente con la tecnología aplicada al cuerpo y a su
control, cada vez más totalitario, absorbente y despótico, se encuentra el
tercer artículo, bajo el título Prácticas digitales críticas sobre las tecnologías
de control de los sujetos en la primera década del siglo XXI, obra de Paloma
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Inmaterial 03. Mara Martínez Morant, Ernesto Ramon Rispoli
González Díaz. Se trata de un texto que lanza una mirada ásperamen-
te crítica y bien fundamentada sobre cómo la producción capitalista y
la globalización se han instalado en la cotidianidad de los individuos
sometiéndoles a unos requisitos de consumo cuasi perennes, en cuanto a
la creación cultural, el diseño o el arte. Resultado de esa estructura social
y económica es la generación de piezas artísticas digitales, argumenta
González, que aún reflejando un interés progresivo por investigar las
nuevas tecnologías y los medios de comunicación de masas, se posicionan
críticamente contra el desarrollo de ciertos avances científicos y tecnológi-
cos que auguraban ventajas generalizadas para los cuerpos obsoletos de los
individuos. La controversia emerge acerca de si realmente la relación entre
el potencial del saber y del sentir de la tecnología es bidireccional o si por
el contrario, argumenta la autora, lo que aparece son fronteras ineludibles
entre el ser humano y el control de la tecnología sobre su cuerpo y vida.
González presenta un amplio recorrido a través de diferentes artefactos
de control de los cuerpos, que han generado y generan debates críticos,
éticos y metodológicos desde su aparición y difusión entre los indi-
viduos. Afirma la autora que la sociedad tecnificada no se rige por el
encerramiento de los individuos de tiempos pasados, sino por el control
continuado y la comunicación instantánea que auguraba Deleuze en los
años noventa, asegurando que pertenecemos a los dispositivos y no al
contrario, actuando con estos en condiciones de control constante. Tal
vez la única opción que le queda a la crítica sea, afirma González citan-
do a Agamben, entender el funcionamiento de las nuevas estructuras
tecnológicas para poder desactivar la maquinaria del poder.
La crítica de las formas del poder responde al empleo de herramientas
y dispositivos diferentes y para ello González analiza tres sistemas de
control tecnificados: videovigilancia, trazabilidad por RFID, estudios
genéticos y biométricos. En cuanto al primer sistema, la autora señala
que las cámaras de videovigilancia se han convertido en parte de la vida
cotidiana de los individuos, como resultado de una supuesta política de
seguridad basada en el refuerzo de una estrategia que se fundamenta
en una apariencia de control y orden, provocando la emergencia de una
sociedad de la vigilancia que estructura el espacio y manipula a los indi-
viduos desplegando un control supremo. Esta relación entre lo humano
y lo tecnológico y la transformación que ello implica en la percepción
de los individuos, convierte a estos en cuerpos biomediados. Por lo que
respecta a la trazabilidad por RFID, es interesante observar los pro-
blemas que puede comportar el implantar chips (minúsculas etiquetas
de identificación por radiofrecuencia) en todos los artículos, artefac-
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tos, documentos, etc., que envuelven la cotidianidad de los individuos.
Finalmente, por lo que se refiere a los estudios genéticos y biométri-
cos, González señala que la evolución y expansión de los contextos en
los que se emplean sistemas de control se expresa en la esencia de las
prácticas artísticas, que críticamente cuestionan el nivel de privacidad
respecto a la genética y a los datos biométricos, dado que se desconfía
de los posibles usos malintencionados que pueden desplegarse a partir
de esta tecnología. Frente a la situación que proyectan los avances de
la tecnología, González señala que en un mundo postvigilado, es muy
posible que solo se puedan esperar determinados resultados a partir de
desarrollar nuevas estrategias de contravigilancia.
El cuarto de los artículos de esta edición de Inmaterial, espejeado y
reflejando a su vez los discursos propuestos en los textos anteriores, es
Of Vessels, Conduits, and Instruments: Reflections from the Bodies as Media
Working Group, de Eugenia Manwelyan y Nelesi Rodríguez que tratan
sobre la aplicación de un caso de aprendizaje, y del proceso que se sigue,
al considerar el cuerpo como instrumento, hecho que nos retrotrae en el
tiempo para recuperar lo que en el siglo XVI los anatomistas expresaban
asombrados ¡Qué maravillosa máquina es el cuerpo! (Le Breton, 2002). La
experiencia que presentan las autoras trata de la exploración que condu-
jo un grupo de educadores y artistas a investigar los modos en los que
el cuerpo humano puede terciar entre el conocimiento y la experiencia,
abordando ámbitos diversos que transitan entre la memoria, el conoci-
miento ancestral, la ecología, la creatividad, la memoria, la emocionali-
dad y la muerte, todos ellos vivenciados a través del cuerpo humano.
Uno de los objetivos de la investigación fue revisar los enlaces entre las
prácticas creativas y la supervivencia, intentando encontrar otros modos
de cuestionarse así como el pensar la experiencia desde una perspectiva
más profunda y, ambos, cuestionamiento y pensamiento, como partes de
la investigación intelectual. El resultado de la experiencia se concentró
en un recurso destinado a grupos de aprendizaje en un formato que per-
mite el desarrollo de un ritual que activa la conciencia acerca del cuerpo,
preparándolo para mejorar el aprendizaje, el trabajo y la confianza.
Manwelyan y Nelesi refieren la idea del transhumanismo, presente en
las sociedades occidentales, respecto al aparente deseo social de borrar
el cuerpo como lo ponen de manifiesto los avances en realidad virtual,
los espacios sociales que dependen exclusivamente de la interfaz digi-
tal, la automatización y los drones, los automóviles auto-dirigidos, los
dispositivos portátiles, etc., todos ellos representando los esfuerzos para
convertir el mundo en un lugar sin cuerpos.
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Inmaterial 03. Mara Martínez Morant, Ernesto Ramon Rispoli
Un cuerpo que se vive a sí mismo a través de la tecnociencia y de la
tecnología que le dota de recursos para alcanzar un estatuto a la vez de
poder y de invisibilidad, o de borramiento como lo nombra Le Breton
(2002), afirmando que la convivencia que se establece con el cuerpo
como espejo del otro, en la familiaridad del sujeto con la simbolización
de los propios compromisos corporales durante la vida cotidiana, el
cuerpo se borra, desaparece del campo de la conciencia, diluido en el
cuasi-automatismo de los rituales diarios. Es un cuerpo que se desvane-
ce, aunque esté presente como puntal necesario, esa carne del ser en el
mundo del individuo está absolutamente ausente de su conciencia (Le
Breton, 2002, p. 122). Y es ahí donde la tecnología replica el borra-
miento, en un cuerpo que fue preparado para actuar como instrumento,
al decir de Mauss (1991) cuando expresa que el cuerpo es el primer y
más natural instrumento del ser humano o, más exactamente, el cuerpo
es el primer y más natural objeto técnico y a la vez, medio técnico del
ser humano. Facetas del cuerpo que no se pierden sino que transmutan
a partir de las prácticas digitales que modelan y son modeladas por el
paradigma contemporáneo del yo productivo hasta que ese modelo se
rompe entre lo estrepitoso y lo silencioso.
Las autoras despliegan representaciones del cuerpo a lo largo del tiempo
atribuyéndole formas simbólicas especialmente relevantes, desde las
vasijas (vessels) contenedoras del self, como ese cuerpo animado por
la esencia divina que es un contenedor del ánima durante un amplio
período de tiempo de la historia de la humanidad; los agentes o sustitutos
(proxies) que facilitan la conexión al modo como se organiza en el ocul-
tismo, donde un individuo es mediador entre lo visible y el mundo de lo
invisible, de los espíritus y representaciones; los lienzos (canvas) en los
cuáles la sociedad imprime sus normas, ejemplificado en la vinculación
entre sexo y género que aparece con los estudios feministas alcanzando
al género y la raza; los modelos (models) para comprender y perfilar el en-
torno urbano con el paradigma de Vitruvio y Le Corbusier, mostrando
dos periodos bien diferenciados en los que la arquitectura se cansó del
cuerpo humano y de sus proporciones.
A través del trabajo desarrollado por BaM, las autoras exponen que
los cuerpos son tanto complejos-poliédricos como objetos de estudio y
herramientas polivalentes que permitieron acceder a diferentes cono-
cimientos. A partir de impulsar la visión de los cuerpos como medios,
Manwelyan y Nelesi perciben que esa apertura del cuerpo proporciona
una escala de posibilidades que pueden ser facilitadas por el diseño.
Así como algunas tecnologías pueden cerrar, ignorar o remediar los
Inmaterial 03. Los poliédricos cuerpos
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cuerpos, otras pueden observarse y emplearse para reclamar y poten-
ciar la presencia de cuerpos en el espacio. El uso de estas tecnologías
radicales provee los recursos para realizar un ritual para desbloquear
el movimiento, el reconocimiento y la reflexión de los cuerpos que se
encuentren presentes en cualquier entorno de aprendizaje. La mirada se
sitúa, pues, en el cuerpo como tecnología y, como señalan las autoras, los
individuos poseen la última tecnología: sus propios cuerpos, que pueden
ser profundamente liberadores y transformadores.
La disposición del cuerpo sin vida en la instancia ritual del velatorio, firma-
do por Dolors García Torra, es el quinto de los textos que configuran
esta edición de Inmaterial. Este artículo sirve de colofón a lo desgrana-
do anteriormente porque se inscribe en la corriente teórica humanista,
al presentar un cuerpo al que se le aplican cuidados postmortem tras
habérsele procurado, o su intento, un buen morir. La presentación de
este cuerpo que ya no es activo sino pasivo, sirve para ejemplificar cómo
la tecnología en formato aparato humano de monitorización de cons-
tantes vitales, observando el mínimo gesto o señal que hubiese podido
emitir ese cuerpo, brinda al moribundo atenciones realizadas con suma
precisión. Posteriormente, los cuidados postmortem serán desarrollados
por los profesionales de la muerte (tanatoprácticos) que se encargarán de
ese cuerpo vivido por otros en su última representación, convirtiendo la
ritualización de la muerte en un protocolo técnico en manos ajenas.
El contexto del cuerpo sin vida, ubicado en la corriente humanista, con-
duce a recordar preguntas formalmente tan sencillas como: ¿tenemos un
cuerpo? o ¿somos nuestro cuerpo? Pensar en la idea de que tenemos un
cuerpo implica de algún modo estar fuera de él, tenerlo en propiedad,
similar a como se puede poseer cualquier artefacto. Significando con
ello que, posiblemente, continuaremos siendo a pesar de que perdamos
ese cuerpo. Como señala Le Breton, si la existencia humana se reduce a
poseer un cuerpo como si fuese un atributo, entonces la muerte no tiene
sentido, no es nada más que la desaparición de una posesión, es decir, de
muy poca cosa (Le Breton, 2002). Pero si nos decantamos por la idea de
que somos nuestro cuerpo ¿qué ocurre cuando este desaparece?
García explica que la muerte se personaliza porque, como certeza supre-
ma de la biología, la muerte siempre deja un cadáver concreto y real, que
ha de sufrir profundas transformaciones orgánicas. Es, precisamente el
tanatorio, el espacio que presenta los elementos para hacer el tránsito lo
más cómodo y confortable posible, sobre todo cuando se trata de una
funeraria de ámbito local, que atiende un volumen de difuntos consi-
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Inmaterial 03. Mara Martínez Morant, Ernesto Ramon Rispoli
derablemente más reducido que en un tanatorio de una gran ciudad. El
adiós al finado en los rituales funerarios con la interposición del cadáver
es, según la autora citando a Tomas, una retención del difunto o una re-
apropiación temporal del cuerpo que deviene centro de atenciones cul-
turales. A través del embalsamamiento, la tanatopraxia y la inhumación,
los restos son eliminados cumplimentando la función técnica de separar
el cadáver de los vivos instalándolo, simbólica y consiguientemente, en
el recuerdo de aquellos que constituyeron su mundo.
El ritual fúnebre simboliza la institucionalización del tránsito de vivo
a muerto a través de unas etapas marcadas por la separación, el margen
y la agregación (Van Gennep, 1985), presentando una escenificación
en la que la última actuación es aquella en la que los familiares, amigos,
conocidos y saludados del finado le visitan para rendirle su último adiós,
su despedida. García argumenta que el cadáver es el soporte material
receptor de la actividad colectiva alrededor de la muerte, de modo que
con el ritual celebrado en honor del finado se transforman sus restos
insignificantes en un cuerpo significante.
Con el recorrido desplegado y, sobre todo, con lo que se puede leer en
las páginas que siguen, se muestra el diseño de cuerpos poliédricos, por
tanto cuerpos múltiples, sean cuales sean las miradas que lo instau-
ren como entidad. El cuerpo, a partir de las variadas posibilidades de
investigación que nos sugiere, unas más exploradas que otras, constituye
un inagotable terreno de investigación. Lo que se propone en esta visión
multi es aprehender el cuerpo desde posicionamientos que lo entienden
todavía como una entidad en sí mismo (humanismo); desde la superpo-
sición científico-técnica (transhumanismo) y desde la consideración del
entrelazado y del ensamblaje absoluto (posthumanismo). Son formas
de concebir y experimentar; son relaciones, entidades, materialidades,
transformaciones, formas sin límites al fin, de cuerpos que cada vez más
son otros complejos a desentrañar desde tantos modos de especular y
experimentar como la curiosidad y el ánimo investigador conduzcan.
Inmaterial 03. Los poliédricos cuerpos
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Mara Martínez Morant
Doctora en Antropología Cultural y Social por la Universidad de
Barcelona. Profesora e investigadora en Bau, Centro Universitario de
Diseño de Barcelona, donde imparte la asignatura Antropología So-
ciocultural y es miembra de GREDITS (Grup de Recerca en Disseny
i Transformació Social). En sus investigaciones se ocupa de cuestio-
nes vinculadas con el cuerpo, tanto humano como de otros animales,
enmarcado en la perspectiva posthumanista. Autora de trabajos como:
Reflections on Anthropology and Design. My Desk is my castle. 2011.
Exploring Personalisation Cultures. Basel: Birkhäuser; Experimentar el
embarazo o el aborto. 2013. En: Maternidades, procreación y crianza en
transformación. Bellaterra: Barcelona; Veganismo ¿una identidad social
emergente? Congreso Internacional de Antropología, Barcelona, 2016.
Ernesto Ramon Rispoli
Doctor en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo por el Politec-
nico di Torino. Actualmente es profesor investigador en Bau, Centro
Universitario de Diseño de Barcelona, donde imparte la asignatura de
Estética y Teoría de las Artes. Es miembro de GREDITS (Grup de
Recerca en Disseny i Transformació Social). En sus investigaciones se
ocupa principalmente de cuestiones de teoría e historia de la arquitec-
tura y del diseño, y de sus implicaciones socioculturales y políticas. Es
autor de la monografía Ponti sull’Atlantico. L’Institute for Architecture and
Urban Studies e le relazioni Italia-America (Macerata: Quodlibet, 2012),
y de ensayos y artículos publicados en revistas disciplinares.
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Inmaterial 03. Mara Martínez Morant, Ernesto Ramon Rispoli
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